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HONDURAS: EL CONTROL DE LOS RESIDUOS

Vertederos a cielo abierto, en el municipio de El Ocotillo, en

San Pedro Sula Honduras.


Mara Salvatrucha (MS13)


En este lugar no hay fronteras y, sin embargo, acá se termina Honduras. Acá finaliza esa ficción llamada patria, esa mentira tan malamente bordada.

Desde hace décadas a este lugar llegan los desechos de la ciudad industrial de la costa hondureña. Llega el plástico, las latas, la comida que se echó a perder. También llegan los desechos humanos, huérfanos, enfermos, viudas, dementes, los que deben esconderse y creen que hasta acá no los alcanzará la muerte o su pasado. Los que sobran.

A este basurero a cielo abierto, en el municipio de El Ocotillo, en San Pedro Sula, llegan diariamente decenas de camiones cargados con aquello que la ciudad desechó. Los camiones avanzan entre las dunas de desperdicios y se alivian de su carga fétida sobre algún espacio vacío. Ahí, aquellos a los que la ciudad no necesita, se lanzan a remover con sus manos la podredumbre, en busca de plástico, latas, ropa o comida. No es fácil, deben competir; el niño con el demente, la viuda con el que huye y todos contra los buitres y los perros en una batalla entre especies.

Es medio día y el calor es abrumador. La peste flota, se impregna, el olor es tan denso que casi puede verse y termina por apoderarse de todo. Un camión despunta por entre las dunas de basura. La gente y los animales se preparan. El camión retrocede haciendo un pitido de advertencia que acá suena ridículo, y vacía su carga olorosa por la parte de atrás.

Dos niños se lanzan a revolver la basura. Un buitre mete su pico y ellos le dan con un palo, el animal se aleja un metro y los mira con sus ojos vengativos. Un hombre viejo encontró una bolsa con decenas de bultitos ovalados y amarillentos que parecen pechugas de pollo. Las moscas los cubren a todos como una fina capa de pelusa. Los perros meten sus hocicos y aunque reciben los garrotazos de la gente y los picos de los buitres, siempre se salen con la suya y roban alguna podredumbre digerible.

El hombre con la bolsa de pechugas se aleja corriendo. Va sonriente. Me dice que son para alimentar a su cerdo y se va, seguido por un enjambre insaciable de moscas y por su hijo de nueve años.

Tres niños han encontrado varias botellas de plástico con pequeños charcos de coca cola y se las beben sin misericordia. Otro ha encontrado una tira larga de caramelos vencidos hace seis meses y las comparte con sus colegas.



De entre las dunas aparece la Mara Salvatrucha 13 (MS13). Son dos hombres jóvenes y bien vestidos. La camisa blanca de uno de ellos contrasta con la suciedad carbonífera que se ha instalado en la gente del basurero. El otro viste de rojo encendido. Ambos llevan Nike Cortez, el zapato del pandillero por antonomasia. Según me dicen los jóvenes pandilleros, ninguno de los dos soñó con terminar administrando el basurero cuando ingresaron a la pandilla más grande de Honduras siendo niños, pero los sueños son irrelevantes en este lugar.

La MS13 domina aquí y en cientos de barrios, colonias y localidades de Honduras. Es una especie de segundo gobierno en este país, y muchos hondureños deben prestar atención a dos estamentos: el del Estado y el de la MS13. Ambos imponen una forma de vivir, un cuerpo de reglamentos e incluso impuestos económicos.


Esto es territorio de la mara

Los líderes de esta enorme estructura son proscritos y perseguidos por el gobierno hondureño y por el de Estados Unidos. Alias "Porky” se ha ubicado como el máximo cabecilla de la MS13 de Honduras y como uno de los más buscados, por lo que el FBI ofrece US$100.000 por información que lleve a su captura después de su huida épica de un juzgado en el norte del país. Porky ha consolidado su poder con una sagaz combinación de crueldad y espíritu emprendedor.

La MS13, bajo el gobierno de Porky, se ha vuelto una estructura criminal y social tan versátil que mientras pelea a muerte contra adolescentes de pandillas pequeñísimas, organiza acuerdos y negocios con traficantes de droga y con altos funcionarios del gobierno hondureño. Sus enemigos: niños con armas herrumbrosas por un lado y agentes del gobierno de Estados Unidos por el otro. Si fueran animales serían los depredadores de las bacterias y de los elefantes.

Los dos pandilleros que controlan el basurero llevan aretes y cadenas muy brillantes, y sus teléfonos inteligentes en las manos. Se presentan muy amables, me reiteran lo que dijeron el día anterior por teléfono: puedo moverme y hablar con quien quiera. La persona que me concedió la entrada a este lugar fue un alto mando de la MS13 a nivel nacional y no el Estado o la empresa Sulambiente, la concesionaria de este lugar.

Articulo sacado de InSight Crime

MS13. 19 ENE 2022 POR JUAN JOSÉ MARTÍNEZ D'AUBUISSON

Las maras son originarias de El Salvador y Honduras, si bien su auténtica matriz se halla en Estados Unidos, a donde emigraron en torno a 1970 miles de guerrilleros y militares centroamericanos, acostumbrados a matar. Estos controlaban el tráfico de drogas, armas y personas. Tras la firma de la paz entre la guerrilla y el Ejército, miles de salvadoreños fueron deportados a su país al no encajar ya como asilados políticos en Norteamérica. En la actualidad se calcula que hay unos 300.000 mareros (pandilleros) en El Salvador, Honduras, Guatemala y, en menor medida, en Nicaragua.


 
 
 

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